El presidente de Guyana no usó medias tintas: calificó de amenaza las elecciones organizadas por Venezuela en el Esequibo, ese territorio en disputa que se ha convertido en el epicentro de tensiones no solo bilaterales, sino para toda la región. El 25 de mayo de 2025, mientras unas 21.400 personas votaban en el estado Bolívar venezolano ―sin que los 125.000 habitantes del Esequibo reconocidos como guyaneses pudieran ejercer su derecho―, el gobierno de Georgetown denunciaba un atropello a su soberanía. La razón es clara: Guyana considera a todo el Esequibo parte integral de su nación, y en eso se respalda con fallos internacionales y la historia misma.
El trasfondo es de película. Un territorio de casi 160.000 kilómetros cuadrados, codiciado por su riqueza petrolera, madera y minerales, y un giro inesperado en 2015 con el descubrimiento de enormes reservas frente a la costa, impulsando la economía de Guyana a un ritmo récord. Este hallazgo llevó a potencias como ExxonMobil a invertir en la zona. Pero mientras Guyana crece, la Venezuela de Maduro —agobiada por la crisis— ve en el Esequibo una tabla de salvación para recursos escasos y promesas de prosperidad. Así, el conflicto no es sólo diplomático: es una lucha por el futuro económico.
La postura de Guyana se apoya en la legalidad: el Laudo Arbitral de París de 1899, que fijó el Esequibo como territorio guyanés, sigue siendo para Georgetown el último punto válido. Pero Caracas nunca se rindió, y desde entonces asegura que el laudo fue inválido. Mientras, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha admitido reiteradamente los reclamos de Guyana, situando el derecho de este país por encima de cualquier reclamo unilateral venezolano. Aquí está el quid: las elecciones de mayo 2025 buscan nombrar autoridades venezolanas en la zona, una jugada que, según Georgetown, solo agrava la tensión y viola estándares internacionales.
Para Guyana, la votación de 2023 en Venezuela, donde el gobierno de Maduro alardeó un 95,93% de votos para anexar el Esequibo, carece totalmente de legitimidad. Entienden que fue un proceso cargado de presiones y sin la representatividad de los verdaderos habitantes del área: los guyaneses. Los intentos recientes de institucionalizar el dominio venezolano mediante elecciones solo han añadido leña al fuego. Observadores de organismos regionales han mostrado preocupación, advirtiendo de la amenaza que esto supone para la paz del continente.
Así, la región vuelve a situarse en el radar de la diplomacia internacional. Instituciones, inversionistas y gobiernos de la región observan cómo Guyana y Venezuela, cada vez más enfrentados, sitúan el Esequibo en el centro del tablero sudamericano. Todo esto mientras los pobladores del Essequibo, mayoritariamente ajenos al pulso electoral venezolano, siguen con su día a día bajo la incertidumbre sobre su futuro nacional.