Houston Dynamo cede un empate 1-1 ante LA Galaxy con un cabezazo en el 90+9
Camila Olavarría 7 septiembre 2025 0

Un final que cambió todo: del control de Houston al zarpazo de Sanabria

Un cabezazo en el 90+9, cuando el reloj parecía agotado, borró de un plumazo más de una hora de buen oficio del Houston Dynamo. LA Galaxy rescató un 1-1 en el Shell Energy Stadium que dolió al local por el modo: ventaja larga, ocasiones para sentenciar y un castigo a la mínima distracción en la última jugada con Lucas Sanabria llegando desde atrás, sin marcas, para conectar seco y cruzado.

Houston había encontrado el gol a los 35 minutos con Ezequiel Ponce, que vive un tramo dulce: noveno tanto del curso y segundo partido seguido marcando tras su acierto en la visita a St. Louis. La jugada nació en los pies de Ondřej Lingr, el socio que todos los delanteros quieren. Filtró al espacio con precisión, Ponce se acomodó con un leve gesto de cabeza para ganar ángulo y definió rasante al palo izquierdo. Fría, limpia y quirúrgica.

El tanto coronó un tramo en el que los naranjas habían llegado con más peligro. Ya a los 22’, Ethan Bartlow rompió líneas con un pase largo a Griffin Dorsey por derecha; el centro encontró a Ponce, pero el guardameta visitante respondió firme y negó el 1-0. Ocho minutos después, Lingr casi amplía: reaccionó antes que todos a un balón suelto en el área y, en una estirada a contrapié, sacó un disparo que se fue apenas alto.

Hasta ahí, el plan de Ben Olsen salía: bloque ordenado, laterales profundos y un mediocampo que obligaba al Galaxy a circular sin filo. El eje defensivo, con Bartlow y António Carlos, se impuso por arriba y por abajo, desactivando centros y cerrando segundas jugadas. Houston no sufría, y cuando tenía la pelota encontraba a Lingr entre líneas para lanzar a Ponce o cargar por bandas.

LA Galaxy, en cambio, caminó durante largos minutos por el partido sin remate claro. Le faltaban pasillos interiores, y cuando filtraba, el último pase no llegaba con ventaja. El libreto cambió sobre el final: más piernas en el área, insistencia por fuera y ritmo de asedio. Esa insistencia, con desmarques sin balón y superioridades instantáneas cerca del punto de penalti, fue inclinando el campo.

Con el tiempo añadido en marcha, el visitante ganó metros con paciencia: segundas pelotas, centros repetidos y una defensa local cada vez más hundida. En la acción decisiva, Sanabria apareció desde el punto ciego del lateral, atacó el espacio y conectó un cabezazo rápido, imposible de reaccionar para el arquero. En el banquillo californiano se desató la euforia; en las gradas, silencio y manos a la cabeza. Esas escenas cuentan la historia de una noche que cambió en un parpadeo.

El 1-1 no solo altera el ánimo. Cambia también la lectura de un duelo que Houston tuvo controlado. Faltó el golpe final, ese 2-0 que mata partidos. Hubo oportunidades para ello —la de Lingr en la primera parte y varias transiciones que se quedaron a medias—, pero la puntería no acompañó. Cuando el marcador es corto, el margen de error es mínimo y el rival huele la sangre.

Tabla, tendencias y lo que viene: punto con sabor distinto para cada lado

En la carrera por los playoffs del Oeste, el punto pesa, pero no igual para todos. Para Houston, el empate los deja a dos unidades de la línea de clasificación con un registro de 8-9-12 (33 puntos). Siguen en la pelea y con margen para corregir, aunque con la sensación amarga de haber dejado escapar dos puntos en casa. El lado positivo: el equipo compite, genera y se sostiene atrás durante largos tramos. La tarea pendiente: cerrar partidos cuando toca.

Para LA Galaxy, el botín es enorme por dónde y cómo llegó. Sumar a domicilio, en un estadio hostil y con el reloj en contra, vale algo más que un punto. Con 4-8-16 (20 puntos), cada unidad es oxígeno y ánimo. La secuencia del final —presión alta, centros ganados y un cabezazo decisivo— es un guion de resistencia que el equipo de Greg Vanney puede replicar cuando el juego pide corazón.

El contexto reciente entre ambos también suma a la narrativa. Este fue el 45º cruce histórico entre Dynamo y Galaxy en todas las competiciones, con ventaja angelina de 18-14-13. En temporada regular de MLS, el registro queda ahora en un equilibrio curioso: 14-14-13. Y en 2025, doble empate calcado: 1-1 en abril en Dignity Health Sports Park y 1-1 ahora en Houston. Dos partidos apretados, dos guiones similares y cuatro puntos repartidos.

Más allá del marcador, hubo actuaciones que explican la estructura del encuentro. En Houston, Bartlow y António Carlos sostuvieron la última línea hasta los minutos de descuento, ganando duelos y achicando espacios. Lingr jugó un partido completo: asistencia a Ponce, presencia constante entre líneas y lectura fina para activar ataques. Ponce, por su parte, se mueve con la confianza de los goleadores en racha: ataca bien los espacios, hace fácil la definición difícil y está afinado de cara a puerta.

En el Galaxy, el cambio fue mental y funcional. Durante buena parte del juego, le faltó continuidad cerca del área. Cuando ajustó, volcó gente al remate, arrastró marcas y atacó el segundo palo con convicción. Sanabria fue el premiado, pero la jugada final sintetiza un trabajo colectivo: correr sin balón, persistir en los centros y creer que la última puede ser la mejor.

Claves que explican el 1-1:

  • Eficacia frente a volumen: Houston generó antes del 1-0 y tuvo para el 2-0, pero no lo concretó. El Galaxy, con menos, aprovechó la que contó en el cierre.
  • El socio ideal: la sociedad Lingr-Ponce ya es un patrón. Pase filtrado, desmarque y definición. Cuando encuentran ritmo, Houston crece.
  • Defensa sólida… hasta el añadido: la zaga naranja controló áreas y centros durante 90 minutos. El único desajuste en el 90+9 tuvo castigo.
  • Ajuste tardío pero efectivo del Galaxy: más hombres al área, segundas jugadas y centros con ventaja. No es vistoso, pero suma puntos.

Un detalle que no pasa inadvertido: los nueve minutos de añadido. La MLS viene acumulando tiempos extra más largos por interrupciones, revisiones y demoras. Eso alarga partidos y cambia guiones. Equipos que saben sostenerse mentalmente en esos tramos —o que encuentran recursos desde el banco— suelen arañar empates o victorias de la nada. Houston deberá aprender a gestionar esa prórroga emocional; el Galaxy supo explotarla.

En términos de sensaciones, para Houston hay un equilibrio raro: hay motivos para creer y para apretar dientes. Creer, porque el equipo crea ocasiones, su columna vertebral responde y Ponce está encendido. Apretar dientes, porque los márgenes están finos y cada punto perdido en casa pesa el doble en esta recta final.

Para el Galaxy, el mensaje es claro: no bajar los brazos hasta el pitido final. Esa identidad, más práctica que estética, es la que suma cuando la clasificación aprieta. El calendario aprueba el examen inmediato: el próximo sábado 13 visitan a Seattle Sounders en Lumen Field, un escenario que exige concentración máxima en duelos aéreos, balones divididos y transiciones rápidas.

Queda, por último, la lectura emocional: la imagen de Sanabria corriendo hacia su banquillo y la de Ponce, manos en las rodillas, mirando al césped. El fútbol de MLS vive de estos vaivenes, donde un partido atado se rompe por un movimiento de área o un centro de última. Este 1-1 no decide temporadas, pero sí dibuja tendencias: el Galaxy ha encontrado en la fe y la insistencia un camino para no irse de vacío; Houston, en cambio, tiene juego y volumen, pero necesita convertir su dominio en ventajas definitivas.

El empate, con sabor a triunfo para unos y a oportunidad perdida para otros, también fija el tono para lo que viene. La carrera por los playoffs del Oeste se aprieta y cada detalle cuenta: una cobertura tarde, un desmarque a la espalda, una pelota parada. Si algo enseñó la noche del Shell Energy Stadium es que ningún resultado está a salvo hasta que el cuarto árbitro baja el tablero.